martes, 28 de junio de 2011
Mi familia y otros animales...
Tras la intensa tarde de hoy y ahora que parece que mi entorno doméstico recupera una cierta calma, no he podido dejar de buscar en la biblioteca de casa un libro que tiene un enorme significado para mí: "Mi familia y otros animales", de Gerald Durrell.
Un libro delicioso de esos que se devoran entre risas, disfrutando del humor británico de su autor y de su fina ironía. Pertenece a una trilogía que no tiene...desperdicio, pero tal vez me sentí con éste, que es el primero de la trilogía, mucho más identificada que con los otros dos y además me sirvió para fabricar un nuevo sueño que más tarde tuve la oportunidad de materializar: Conocer la isla de Corfú, recorrida de la mano y a través de las páginas de quién yo diría ha sido uno de los grandes naturalistas: Durrell.
El libro narra la historia de una viuda y sus cuatro hijos, británicos, que están hartos del mal tiempo de la Gran Bretaña y se embarcan en un nuevo proyecto de vida, trasladándose, antes de la Segunda Guerra mundial, a vivir a Corfú. El libro encierra una autobiografía de Durrell, todavía sin entrar en la adolescencia, pero un devoto de la adopción de animales de todas clases...
Hace ya algún tiempo que mis hijos apaciguaron "sus ansias de adopción" en cuanto a un sinfín de bichos... pero hace un rato, acariciando a la loba que "vive circunstancialmente" conmigo cada verano, la perra de mi hijo mayor, pensaba en la turbulenta época de las adopciones a las que mis hijos se dedicaban con un fervor y entusiasmo, directamente proporcional a mi incapacidad para decir que no respecto al tema....
Lo cierto es que sigo siendo incapaz de decir NO, un no rotundo y contudente, al tema de los bichos, pero la presión de mis hijos ha disminuido notablemente, por suerte para mí y para mi intendencia doméstica.
Dumba que así se llama la Alaska que veranea en casa por los movimientos " migratorio-laborales" de su dueño., ha pasado hoy por las manos expertas del veterinario que ante un nuevo embarazo psicológico , porque el del pasado año no tuvo nada de psicológico y seis pequeños cachorros me seguían por el jardín como si yo fuera una versión dulce de Cruela de Vil, ha optado por esterilizarla ya que el síndrome en cuestión es nocivo sobre todo si es continuo, y ahora duerme atontolinada aún por los efectos de la anestesia.
Mientras le hablo y la acaricio y ella me mira bizqueando e intentando ponerse de pie, sé que será una noche larga porque sus reacciones son todavía lentas.
La miro e intento hacer un recuento de los bichos que han transitado por esta casa y no puedo evitar una cierta nostalgia pensando en aquellos que ya andan en el cielo de los bichos pero que fueron compañeros fieles a los que el tiempo, inexorable, se llevó de nuestro lado. Boba y su hija Kiki, dos Bob Tail deliciosas que compartieron con mis hijos su infancia; Golda, una Sharpei que rescatamos de una muerte segura en manos de un desalmado que quería eliminarla porque no daba los estándares de su exótica raza, Carpanta, el gato al que encontramos una noche , con pocos días de vida, en el contenedor de la basura, el búho gavilán que "casualmente se encontraron mis hijos caído de un nido, patos , pollitos exiliados de alguna casa desconocida que llegaban a la mía en cajas de zapatos porque el beneficiario de semejante "maravilla", adquirida como regalo en la compra de una docena de huevos, quería librarse de la maravilla en cuestión, lagartijas heridas por algún desalmado gato que nunca era obviamente el nuestro, y para colmo de los colmos, Ulises, un erizo de tierra de más de un kilo de peso, que apareció en el jardín, "desorientado y confuso" en palabras de mis hijos, una noche de "oscura y peligrosa tormenta" mediterránea(también en palabras de mis hijos) y con el que nunca conseguí socializar por más que lo intenté, porque los erizos de tierra son unos bichos...de lo menos sociable...
He entablillado patas de bípedos de todo tipo, he asistido partos multitudinarios de las perras, he alimentado a seres minúsculos con jeringas y pociones mágicas y por encima de todo y si algo bueno ha tenido el periplo es que mis hijos han cultivado un espíritu de protección y empatía hacia el reino animal que creo es un buen bagaje en su alma...
Mi familia y otros animales...
Dumba se despereza y vuelve a mirarme y sé que en su mirada de loba, hay gratitud porque no me despego de ella. Mañana, la loba estará despierta del todo y en unos días, correteará de nuevo por el jardín...Mientras tanto, las otras dos , asoman la cabeza por la puerta , se acercan tímidamente a la loba y en un gesto de hermandad, le dan un par de lametones....La respetan , porque la loba es mucha loba para ellas, dos perras bondadosas y juguetonas.
Mi familia...y otros animales...
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