Desde mi refugio flotante, el Tortuga, me asomo al Gran Azul como en un balcón...
Los jueves han sido todo un ritual desde que mi barco llegó a mi vida y por la tarde, de vuelta ya del trabajo, preparo mi mochila con las cuatro cosas que retiro de él los domingos al atardecer.
El viernes, día mágico dónde los haya y como guinda del pastel de una semana laboral intensa, el Tortuga me espera en el pantalán , meciéndose mansamente bajo la luz del crepúsculo y cuando llego , siempre me invade una sensación de gozo, de aventura...
Me gusta estar en puerto los viernes por la noche, amarradita, mientras la humedad va resbalando por su cubierta formando perlas de agua y yo , al abrigo , saboreo un café en el pequeño salón mientras reviso rutas, releo algún libro de navegación o simplemente me pierdo en mis pensamientos al son de algún viejo bolero...
Cuando llega el sueño, me arrebujo en el camarote de popa y me mecen el rumor de los mástiles, el olor a sal, y el suave movimiento del Azul jugueteando con el casco de mi nido flotante...
Mi barco es un balcón al mar, un nido flotante rodeado de azul y un refugio perfecto para almas de agua...
Esta noche, tras un día mágico lleno de emociones y sonrisas; de pronto, sé que hay un nuevo balcón al mar en mi existencia, un nuevo refugio salado y azul desde donde podré contemplar el horizonte.
Un balcón al mar que compartiré con quién amo, como se comparten los pequeños sueños, las ilusiones, como se comparte el placer, el dolor, las risas y las lágrimas...como se comparte este instante de vida...
Mi cardiólogo diría que así no hay quién me ponga el corazón a ritmo; que cada día saboreo la intensidad de los momentos, de la vida y que claro, que así, no hay quién arregle este corazón desbocado por las emociones; pero yo, creo que le miraré con una sonrisa casi maliciosa en los ojos mientras la vida, mágica, me hace un guiño cómplice porque me ha regalado un nuevo sueño...
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