"Aquel que no puede aullar, no podrá encontrar su manada." (Charles Simic)

sábado, 13 de febrero de 2010

Lobos en la nieve...




Y de nuevo, a vueltas con los lobos...
Han sido unos días intensos en compañía de los que amo, disfrutando del desierto blanco y helado...
Me he deleitado viéndoles sonreir, escuchando su aullido feliz, mirándoles a los ojos, viéndoles juntos , zarpas al aire, libres, felices...
He visto como surgía la complicidad entre ellos; los gestos de los lobos...les delatan...
Me he bañado en miradas, silencios, sonrisas llenas de ternura...
Definitivamente, sin duda alguna, son LOBOS...
Y recuerdo de nuevo el enorme coste emocional que me ha supuesto esa lenta recuperación de mi naturaleza salvaje, esa que habitaba en mí; que perdí y que de la mano de la vida y de alguna que otra introspección personal, he ido recuperando poco a poco.
No hay otra... Este mundo está dividido entre lobos y...corderos...
Mientras los corderos pastan felices y ausentes, adocenados, amaestrados por esta cultura del bienestar que se impone, que se importa de otras fronteras , me pregunto que lleva a los lobos a seguir dejándose el lomo del alma en batallas no siempre ganadas aunque éstas no signifiquen guerras perdidas...
Me pregunto cómo , los lobos identifican de un modo mágico a otros lobos; se olisquean, arañan el suelo, se miran a los ojos, se perciben...
En un mundo lleno de corderos resulta un privilegio compartir con lobos instantes como los vividos ...
Viven en mí; en mi corazón siempre hay una cueva para ellos...
Mi cardiólogo diría que así tengo el corazón: alborotado, pero lo que él no sabe es que el abrazo del lobo es la mejor de las caricias, el aullido feliz el mejor de los conciertos y su mirada, llena de vida, de fuerza, el mejor de los regalos.

A mi cardiólogo seguramente le habrán engañado de niño con el cuento del lobo malo, del hombre lobo, o de la mujer loba devoradora de hombres. Tal vez lo que no sabe es que los corderos te dejan el alma llena de borra, de lana sucia, mientras que tras el paso del lobo, el olor fresco de la vida, estalla dentro de mí.

Al final, tarde lo que tarde en suceder, una se alegra de haber aprendido a aullar porque así, he encontrado , dispersos unos, esteparios otros, a los de mi manada.


No ha sido un camino fácil, pero hoy, desgranando emociones, soy absolutamente consciente de que ha merecido la pena aullar a la luna algunas veces, perderme otras por las estepas de la soledad, para acabar dejándome abrazar por los de...mi manada, para sentirme orgullosa de ellos, para beberme a sorbos su sonrisa , para admirar su lucha, su lealtad consigo mismos,su valor; sabiendo que jamás pertenecerán a ese rebaño de corderos que crece día a día, silenciadas sus almas, amaestrado su instinto...

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