"Aquel que no puede aullar, no podrá encontrar su manada." (Charles Simic)

miércoles, 17 de febrero de 2010

La mochila


No recuerdo dónde leí que cada uno de nosotros llega a esta vida, con una mochila vacía. Esta de la foto es muy parecida a la que me lleva acompañando a mí, en mis paseos aquí y allá.

Poquito a poco la vamos llenando de sensaciones, vivencias, experiencias, emociones de diferente peso, de distinto calibre...
Hay vidas cortas pero intensas y vidas largas pero de esas que pasan como de...puntillas, y me imagino que así serán las mochilas de sus porteadores.
Hay bolas de plomo, de poco tamaño pero mucho peso y paja existencial, de mucho volumen pero ligera de llevar...

Con el paso de los años, es como si la mochila que llevamos a la espalda fuese una especie de saco sin fondo donde todo cabe, pero obviamente el peso es cada vez mayor y nuestra espalda cada vez más frágil ,y llega un momento que nos sentamos al borde del camino y decidimos que no podemos más, que hemos dejado de ver el horizonte azul casi sin darnos cuenta, que bajo el peso enorme de nuestra mochila hemos ido bajando la cabeza, entrando los hombros , postura, ésta última que nos impide respirar, que amortigua el latido de nuestro corazón...

Se impone pues la apertura y ,con cuidado, como si de una enorme caja de Pandora se tratase, abrimos los cierres y metemos la mano casi a ciegas.

Dentro, laten ,con ese inperceptible latido de las cosas muertas las bolas de plomo del dolor viejas y polvorientas, mezcladas con flores marchitas de tiempos mejores, con el heno seco de algún que otro campo verde y vibrante de otros tiempos...
Canicas de cristal que antaño fueron lágrimas de emoción o de tristeza, revueltas con migajas de ternura, llaveros de puertas mágicas , cuyas llaves abrían sueños e ilusiones, como cintas de colores desgastadas por el tiempo y la ausencia, mezclados con monedas oxidadas por el tiempo con las que alguna vez compramos sucedáneos de felicidad...

Pero en ese revoltillo que se nos pega a las manos del alma, entre todo ese peso de la existencia, ésteril y gastado, hay semillas de ternura que milagrosamente han permanecido en hibernación, destellos de polvo de oro de sonrisas regaladas y recibidas , relojes de arena que detuvieron el tiempo, lunas de plata minúsculas como pequeñas chispitas que siguen reflejando luz y sueños incumplidos y en uno de los bolsillos, inperceptible casi al tacto, un trozo de seda dulce y suave como la esperanza...

Incluso es posible que algunos de los que trasitamos por los caminos, de pronto, sorprendidos por esa casualidad que no existe pero a la que tanto invocamos, nos quedemos mirando la mochila de otro, para descubrir que su apariencia es idéntica, del mismo color, de la misma textura y que la inclinación de espalda de su portador, delata pesos similares.

Tal vez, abriendo ambas, por ese extraño paralelismo que a veces la vida practica, encontremos contenidos muy similares, pero lo importante es saber vaciarlas a nuestros pies, y rescatando las lunas, el polvo de oro, los relojes detenidos y la seda de la esperanza, dejemos a un lado el resto, levantemos la cabeza y llenemos a tope nuestro saco existencial de ternura, por poner un ejemplo, que es ligera y frágil como el viento, pero una excelente compañía para seguir haciendo millas.

De ésta, mi cardiólogo me fulmina, porque a pesar de que me estoy "portando muy bien", también es cierto que mi existencia dista mucho de ser...tranquila...

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