"Aquel que no puede aullar, no podrá encontrar su manada." (Charles Simic)

lunes, 24 de enero de 2011

Navegar, navegar, navegar...



Me había acostumbrado mal y ahora empiezo a notarlo. El Tortuga y yo, mi barco y yo...
Todo un desafío, el bicho...
Desde la primera vez que le ví, meciéndose mansamente en el pantalán, intuí que el Tortuga y yo haríamos buenas migas, aunque me sentía como esos de las pelis de vaqueros cuando se enfrentan a un caballo salvaje y tratan de ponerle la montura... "El bicho" era mucho bicho, viniendo, como venía yo, de un motovelero de 28 pies, manso y lento que me regaló los primeros momentos de mi vida como armadora.
El Tortuga se me antojó el Queen Elisabeth con sus flamantes 35 pies y su mástil retrasado que le convertía en un barco ceñidor; rapidísimo y muy ceñidor...
Y me había acostumbrado mal en estos últimos años al lado de mi barco porque él y yo hemos compartido mucho y llevamos ya muchas millas a cuestas, mi barco y yo-


Hoy, un día frío y lluvioso, he faltado a mi cita  y no me me he acercado a los pantalanes. Mi nueva singladura profesional me tiene absolutamente desbordada aunque muy feliz y el tiempo se me escurre entre los dedos porque eso estoy haciendo, dedicarle mucho tiempo, en detrimento del que antes dedicaba a navegar, navegar, navegar...
Sueño con  zarpar con el Tortuga unos cuantos días y espero poder hacerlo en breve, cuando una ventana de buen tiempo y otra de un poco de descanso, se abran en mi agitada vida.
Navegar es un veneno dulce que te corre por las venas del alma. Una poción mágica que una vez pruebas, no puedes dejar de beberte...
Si tuviera que vivir lejos del mar, creo que no lo soportaría durante mucho tiempo y encima ahora me doy cuenta de que tampoco puedo vivir demasiado tiempo sin navegar... Una desazón, una especie de cosquilleo me invade y empiezo a trazar rutas, viajes, aventuras...
En todas ellas, de momento en mis sueños, aparece el Tortuga...
Necesito volver a sentir el abandono que se experimenta zarpando en la puesta de sol, el frío de la noche marina, el amanecer bellisimo... Necesito moverme en ese equilibrio de mar y viento, tirar de escota, comprobar el trimado, lanzar el curri, y por encima de todo necesito una ceñida de esas a 20 nudos, que te hacen gritar de felicidad, porque navegar es en mi existencia, eso...una de las esencias de la felicidad...


Iré mañana a pasarle la mano por el lomo, llueva, haga frío, y aunque caigan chuzos de punta. Seguro que podré hacer un huequito en mi jornada de trabajo e incluso una navegadita de nada....de esas de entrar y salir con la excusa de ventilar las velas y....el alma...

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