"Aquel que no puede aullar, no podrá encontrar su manada." (Charles Simic)

sábado, 7 de agosto de 2010

El surf,el Kite-surf, los corre-olas y ¡¡ la m.....que los parió!!



Definitivamente mi cardiólogo diría que ...¡estoy chalada!

Alguien como yo, que adora todo lo que tenga que ver con el Gran Azul, tenía una "asignatura pendiente" con el temita del surf y sus...variantesssssss.


Tuve mi primera tabla de wind surf hace casi treinta años. Eran inmensas, inmensas y muy pesadas y transportarlas era casi una pesadilla.Fue también la época en la que mi pasión por el Gran Azul me llevó a un curso de submarinismo, , de esos de entonces que duraban tres meses y con escape libre a veinte metros como prueba "estrella" del examen de obtención del título. Y lo conseguí, vaya que si lo conseguí, con el¨"obvio reconocimiento" de mis compañeros de curso, ya que por aquel entonces, "las mujeres no hacíamos esas cosas" como decía mi madre, jajajajaja.


Luego llegaron las motos acuáticas en sus primeras versiones. Recuerdo que la primera en la que literalmente cabalgué, era una de esas enormes con dos patines altísimos y claro, cuando te caías de semejante montura, llevabas un lado del cuerpo morado durante varias semanas...


Y ahora, después de más de un cuarto de siglo, resulta que vivo en un faro frente al mar desde el que he estado divisando día tras día a los surferos, los corre-olistas y los del kite con su cometa henchida por el viento del Cantábrico,... y nada...que resulta que ....ufff...a ver cómo lo explico...

Pues fácil: que me "he picado" y..a la vejez...viruelas... Y ya estoy dando mis primeros pasos con el corre-olas, porque es sólo eso: el primer paso de los pasos que vendrán ya que yo no quedo sin probar ni el surf ni el kite-surf, por más que mis hijos mi miren con una sonrisita capciosa y el hombre de mi vida me diga que " me falta un poco" de aprendizaje para conseguir coger las olas como Neptuno manda...
Lo que no sabe , mi hombre, es que una tiene ciertos "pactos" con seres marinos...

Y todos los días, al atardecer, la efigie del tal Cousteau me sonríe con un guiño cómplice desde La Peñona, y yo sigo viendo a Neptuno, con su melena de bronce al viento, le pese a quién le pese, mientras tirito al salir del agua por más que me cubran los dichosos seis centímetros del neopreno...

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